jueves, 23 de junio de 2011

La vida puede ser arte


POR CARLOS SEIJAS. El deseo viene a ser lo que estructura al sujeto. En un inicio el deseo es deseo de otro. Cómo sabemos qué queremos: La respuesta nos la da la cultura. Desde que nacemos nuestro deseo, el básico es sustituido por cosas. Es la misma cultura la que se encargará de decirnos con qué debemos sustituir nuestro deseo. Siempre es otro el que nos habla. El nene tiene hambre, el nene tiene sueño, al nene hay que cambiarle pañal, el nene es travieso, es bien portado, es lindo, es feo, es en breve, lo que los demás dicen que es.

Así los nenes quieren ser médicos como su padre, como su abuelo como su tatarabuelo. O sin saber por qué al nene aunque nunca haya comido pescado no le gusta, y es porque su mami ha dicho que al nene no le gusta el pescado, cuando es a la madre a la que no le gusta. Luego de sendo entrenamiento familiar, en el colegio nos dicen que ser inteligente es sacar puros cienes, dieces o aes, tener una linda letra como la de la maestra, responder a todo lo que se nos pregunta, en una palabra: Obedecer. A lo que los medios de información y comunicación: radio, televisión y prensa; se hermanan, para informarnos hambre de qué debemos tener, sed de qué debemos tener y quién nos debe gustar o no. Así, en esa vorágine de deseos ajenos somos impulsados al mundo, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos ¿por qué? Porque así nos dicen qué debe ser. Mas dentro de ese ser automatizado o autista que ha creado la cultura de consumo, reside el ser divino que pugna por salir y el exterior ejerce un ensordecedor ruido, que impide que podamos escucharlo. Es hasta que nos damos un tiempo para nosotros, para hacernos la gran pregunta ¿qué deseamos?, cuando comienza nuestro proceso de deconstrucción. Debemos destruir todos los prejuicios con que la cultura nos ha construido para buscar ese famoso Yo perdido dentro de los mensajes culturales.

…en psicoanálisis se habla de la compulsión a la repetición, como seres autómatas creados por la cultura y con un deseo ajeno, el deseo de otro, tendemos a cometer los mismos errores una y otra vez. Pues es hasta que nos hacemos concientes de cómo la cultura nos manipula, de cómo el eterno ciclo nos tiene atrapados en la rueda de la fortuna siendo títeres del destino, es que podemos salirnos del ciclo sin fin y comenzar a hacer algo con nuestro goce. Quitarlo como lo recomiendan muchos ingenuos es condenarse a seguir repitiendo una variante del síntoma en el mismo goce. Por poner un ejemplo burdo, aquel que para dejar de fumar comienza a comer o a beber compulsivamente. El goce debe de ser trabajado para hacer algo con él... Por ejemplo, si soy demasiado perfeccionista, en vez de hacerme daño controlando a otros en casa o con los amigos, podría ser un excelente jefe militar o corrector de ortografía en una editorial, o si me gusta hablar mucho en vez de cansar a mis amigos, doy conferencias. La única forma de salir del ciclo del síntoma es desestructurando la cultura y sólo hay un método: la poiésis, es decir el acto creativo. No dejarnos hacer por la cultura, sino crear la cultura a través de volver nuestra vida una obra de arte.

La sexualidad vista como poiésis, como arte creativo nos permite salir del eterno ciclo de encarnaciones, al dejar de ver a la mujer como objeto de goce, al hombre como el eterno proveedor, al volcar nuestros deseos y frustraciones sobre nuestros hijos, amigos y seres cercanos, convirtiéndolos en un otro autómata. Sino dejando que el otro sea según su deseo que encuentre su camino... Mas no podemos obligarlos a seguir el nuestro…

Nuestra vida hecha poesía, hecha arte, es la forma más sublime de la representación del amor de Dios en esta nuestra tierra.

El amor es doloroso, porque escogemos mal, y escogemos mal, porque nos educan mal. Serían pocos lo que no estarían de acuerdo con que para nuestra cultura materialista individualista, el amor tiene rostro de modelo y cuerpo de escultura. Deseamos lo que vemos, y los medios de información y deformación mental, eso nos muestran, a los más cotizados, los más sexys, los hombres y mujeres más bellos. ¿Según quién?
Esta dimensión del amor, nos muestra la fatídica existencia del ser humano, busca quimeras imposibles, siempre amando fantasías. Pues quien ama una fantasía termina amando su reflejo, no su ser. Busca lo que no es.

… La pareja, el hijo, los amigos, la familia, todos son parte de nuestro deseo de compartir, de partir el pan, de volvernos uno con el todo, de llenar el vacío del existir en el mundo, y ya no llenarlo con la ilusión de complementariedad que dan las organizaciones.

En el amor sufrimos porque elegimos mal, elegimos lo que nos dice la TV, la prensa, los padres, los amigos. Pero no con nuestro corazón. Debemos, como bien nos dice ese hermoso manual del amor que se coló en la Biblia, el Cantar de los Cantares: Buscar al que ame a mi alma. Buscamos erróneamente que los demás nos amen como nosotros queremos y no como ellos pueden amarnos. Recordemos que hay quienes sólo pueden amar como amos y esclavos. Si deseamos ser parte del misterio del amor nuestra tarea para encontrar a Eros es empezar a escuchar a nuestro ser interno y no sólo al cuerpo. Tampoco olvidemos al cuerpo, pero en cuestiones de amor, es el ser interno el que manda. En el amor quien más sabe es el alma, no hay más opción. En esta lógica primero fue el alma, pues es el alma aquella que experimentó antes que el cuerpo y aún sin cuerpo el amor, el amor total, el amor que todo lo puede, que todo lo da, el amor de la gran madre: Dios.

Sólo es de salir un momento a la calle o ir a una reunión familiar y ver lo disparejas que son la mayoría de las parejas. Es como ya lo mencionamos, porque elegimos mal. Elegimos por síntoma, como en tantas tragedias: Edipo, La bella y la bestia, La sirenita. La literatura siempre nos habla de amores imposibles, de amores disparejos, de amores que duelen. El amor no duele en sí mismo…Pero en nuestras relaciones de pareja lo que sucede es que nos dicen que tiene que tener ciertos requisitos, llamémosles Príncipes Azules y Bellas Durmientes. El hombre ideal y la mujer ideal.

Así vamos por el mundo besando sapos para convertirlos en príncipes o princesas. Busquemos sapos para que se queden en sapos o príncipes y princesas para que sean lo que son. El amor no es amar una fantasía. El amor no es cambiar al otro. Es encontrar a quien ame a mi alma. Aquel en que yo pueda ver su divinidad y él pueda ver la mía. Pues si sólo escuchamos al cuerpo en cuestiones de amor afirmaríamos con Nietszche que la edad de casarse llega mucho antes que la de quererse. Es cuando habla la sociedad o las hormonas, pero no el alma. Pues amar al otro sin tomarlo en cuenta es como nos recuerda el ya mencionado filólogo alemán: “quienes más han amado al hombre le han hecho siempre el máximo daño. Han exigido de él lo imposible, como todos los amantes.”

Las clínicas psicológicas están llenas de confundidas féminas con los rostros limpios, pero creyéndose sucias. Eso es lo que nos regala la cultura. Lo que obtenemos al no escuchar a nuestro ser interno y buscar ser, no una ilusión sino una manifestación, una encarnación de lo divino, trayendo a este atormentado mundo: Luz, vida y amor.

…Los hombres y las mujeres somos, como lo decía Sócrates, el único ser que ve a las estrellas (anthropos). El único ser de éste planeta que tiene una concepción de espiritualidad. Que ha construido civilizaciones. Que ha dejado sus pensamientos plasmados ya sea en piedra, barro, metales, papiro, pergamino, papel o donde sea posible dejar una marca de nuestra presencia. Somos por lo tanto seres astrales, seres que fijan su mirada en las inalcanzables estrellas. Seres infinitos ya que infinitas son nuestras posibilidad y potencialidades, sólo tenemos que redescubrirlas. Somos los mismos que construyeron las pirámides de Egipto, los Jardines Colgantes de Babilonia, El coloso de Rodas y tantas otras maravillas. Mientras que ahora nos contentamos con salir a trabajar día tras día en la misma rutina. Somos seres cósmicos, pues nuestro eje está en la utopía de que así como hubo un ayer habrá un mañana y esa esperanza nos hace movernos con la mira de construir una sociedad que nos permita realizarnos como seres divinos que somos y encontrar nuestro lugar en el universo.



•Las mujeres están faltas de amor, porque las educamos en esperar a su príncipe azul.


•Todo estaría bien, si educáramos a los hombres a ser príncipes azules, pero les educamos en ser competitivos, animales de la jungla económica.
•Nos tienen tan bien condicionados por la culpa que hasta sentir deseos de nuestra pareja lo creemos sucio. En el momento del arrebato pasional olvidamos las culpas por un momento, pero al poco tiempo ya tenemos rondándonos en la cabeza ese gusano corrosivo y doloroso. Ocurre con muchas más cosas que sólo con el sexo, pero realmente el sexo es un síntoma muy elaborado en el ser humano.

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